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Voy a ver si me encuentro dentro de mi piel y comprendo porqué nada puedo entender. Me resulta tan raro todo lo normal, me tropiezo, me caigo y vuelvo a tropezar. Creí que me había equivocado, luego pensé que: ¡ ESTOY BIEN AQUÍ, EN MI NUBE AZUL !



29 junio, 2016

Nube y Carmelo

Esta es la historia de dos animales silvestres, el gato Carmelo y la conejita Nube. Siendo muy jóvenes Carmelo y Nube se conocieron en el prado. Nube observaba a lo lejos a unos niños jugar al fútbol, Carmelo la vio y se acercó, le parecía extraño ver a una conejita mirando tan atenta a esos niños. Él se presentó y ella, aunque se sorprendió, no huyó, se quedó con él. A pesar de pertenecer a mundos completamente distintos, se cayeron bien desde el principio, cosa rara sin duda. Pasaban el tiempo jugando, saltando, a veces riñendo. Horas y horas distraídos, pero siempre juntos.



El tiempo pasaba. Días, semanas, meses . . . ¡ años ! y nada cambiaba entre esos dos animales que siendo tan distintos, eran iguales. Carmelo aprendía cosas de Nube, cosas que no sabía y que solamente una conejita podía enseñarle y Nube . . . ¡ Nube bastante tenía con que Carmelo no se la zampara ! Claro, tenían sus peleas . . . ¡ cómo no iban a tenerlas siendo tan diferentes ! Aunque al final Nube siempre le perdonaba los arañazos a Carmelo, y él le perdonaba a ella esos mordiscos de ira en sus patas.



A veces Nube necesitaba estar con otros de su misma especie y se perdía por ahí durante días o semanas. Carmelo, como todo gato, era un poco raro, orgulloso y metepatas, y ya se sabe, Nube, como toda coneja, tenía mucha paciencia, siempre agazapada y tranquila, pero si se enfadaba te podía dejar sin una oreja de un mordisco. Pero nada de esto les alejaba. Alguna vez Carmelo quiso ir a la tierra, al territorio de Nube; esto a ella no le parecía una buena idea, tal vez por inseguridad o por miedo de cómo podría reaccionar un gato en su territorio. Aún así, Carmelo, que era muy terco, hizo alguna visita a la tierra donde vivía Nube y los de su especie. A él le gustaron mucho los montes, sus madrigueras y ese frío al que no estaba acostumbrado, le pareció un lugar casi tan bonito como Nube, solo casi.


Pero llegó un momento, no se sabe porqué, en el que el gato Carmelo se perdió, dejó de jugar, de saltar, ya no maullaba como antes. El tiempo y la frustración le jugaron una mala pasada, algo en su cabeza, encima de sus bigotes, no iba bien. Ya no cuidaba a Nube como antes, ya no saltaba con ella, ya no jugaba con ella, a veces ni aparecía por el prado donde siempre se veían mientras Nube le esperaba. Para cuando Carmelo se dio cuenta de que todas esas cosas que le habían hecho perderse no importaban y no tenían valor, Nube seguía yendo al prado todos los días, pero ya no brillaba igual, el brillo de sus ojos ya no era el mismo al mirarle. Seguían siendo amigos, cómo no serlo después de tanto, pero quizás para Carmelo ya era demasiado tarde. Quizás lo único que siempre quiso fue ser conejo.

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